Para Siempre / Forever By Ramiro Cristóbal
Yoshino Kimura, una joven japonesa que estudia piano en París, visita la tumba de Federico Chopin en el cementerio del Père Lachaise de esa ciudad. La comunicación, el respeto, la admiración y el amor hacia el compositor polaco muerto dos siglos y medio atrás, son algunos de los acicates de su carrera musical recién emprendida. Algo más tarde, veremos a Kimura dar su primer concierto ante el público.
Así comienza y termina la película Forever de la realizadora holandesa Heddy Honigmann, un recurso deliberado de montaje que simboliza el sentido profundo de la obra: la fecundidad del arte y el triunfo del amor y la vida sobre la muerte.
En el cementerio Père Lachaise de la capital de Francia, salpicando los románticos senderos y las tranquilas plazoletas, están las tumbas de algunos de los más grandes artistas de todos los tiempos. Modigliani y Proust, Chopin y Meliès, Simone Signoret e Yves Montand, María Callas y Edith Piaff, Ingres y Jim Morrison, entre otros muchos, forman la legión de los que descansan allí para siempre.
Nunca están solos, de todas las partes del mundo llegan personas con sus flores y su sensibilidad abierta para seguir, de cerca o de lejos, sus pasos. La realizadora Honigmann nos muestra a dos ciegos que visitan casi a diario la tumba de su admirada Simone Signoret; una mujer que limpia con frecuencia las tumbas de Modigliani y Apollinaire y que ha aprendido, a lo largo de los años, a comprenderlos en su sentido más profundo; una historiadora que cree que las mujeres de las pinturas de Ingres están vivas y la acompañan; un dibujante que ha hecho de la vida y la obra de Proust, a cuya tumba también acude con frecuencia, el tema de su obra; un cantante iraní, que trabaja como taxista, es el huésped frecuente de la última morada del poeta persa Sadegh Hedayat, cuyas estrofas ha convertido en canciones.
Con ellos, hombres y mujeres anónimos que van a ver a sus seres queridos, algunos fallecidos hace mucho tiempo. El misterio del amor humano que puede triunfar en el tiempo sobre la vida que se detuvo, está allí y en ellos presente.
Es cierto que Forever es, formalmente, un documental, pero su lenguaje cinematográfico es superior a muchas películas de ficción y su, por así decirlo, misión artística también. Si la tarea fundamental del buen cine es contar historias relevantes, provocar emociones y transmitir ideas originales a través de imágenes, nos encontramos ante una obra cinematográfica que de forma impecable cumple todas estas finalidades con sencillez y ternura, a través del testimonio de gente que está y de otra que nos habla a través de sus obras que quedaron.
Es difícil además imaginar una película de un optimismo tan profundo como la que comentamos. La constatación de que el ser humano no es un individuo, ni tan siquiera una colectividad, sino la suma de todos los que existieron en el pasado y en el presente es un antídoto contra el pesimismo de la muerte y una opción real a la inmortalidad de la que, en este caso, todos participamos. Es sorprendente que una obra sobre un cementerio termine por ser un canto a la vida, pero ahí está la magia del cine más inteligente, el que cree en la cultura y el arte como motor de la existencia.
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